Esta es la historia de un olmo chino (de los llamados Zelkova parvifolia) de 8 años procedente de un centro comercial, regalo de un amigo. Normal en cuanto a su formación y con un sustrato de los habituales... malo. Recientemente había comenzado a interesarme de nuevo por el bonsái, después de años de abandono, por lo que me pareció un regalo maravilloso para incrementar la colección. La primera imagen corresponde al 2003, aún con etiqueta.
Años después, después de un par de transplantes, la mejora había sido muy pequeña. Los errores en el cuidado, desde la perspectiva actual, garrafales. En primer lugar, la mezcla de sustrato original fue sustituída por una basada en tierra de jardín con arena, o sea, de lo mejor... La maceta que se le puso, pequeñita, para que quedase más bonito. La ubicación, en un balcón orientado al oeste, hacía que recibiese el sol una horita al día, por la tarde. Esto unido a poco abono hacía que no hiciese falta pinzado, ya que las brotaciones eran muy débiles. La siguiente imagen corresponde a julio de 2007.
Ese mismo año observé un detalle: unos abultamientos en las ramas que no sabía lo que eran. Investigando un poco descubría que era una infestación de cochinilla (viendo de nuevo las fotografías de aquella época hasta se pueden apreciar), por lo que procedí a irlas retirando a mano y aplicando insecticidas variados, fruto de la inexperiencia.
En su época se transplantó a una maceta un poco mayor y un sustrato de grano un poco más grueso, podando ramas y quedando casi con el esqueleto. Vemos una imagen de enero de 2008.
Se dejó crecer sin exceder ni pinzado ni poda, pero aún así no crecía en demasía. La cochinilla se iba controlando un poco (no de todo) con su extracción a mano y el uso de aplicaciones de Listerine diluido. En el transplante se observó que una raíz muy gruesa estaba muerta, por lo que se cortó y retiró lo más posible, dejando un hueco entre las otras y constatando que parte del tronco estaba muerto. Estas imágenes son de marzo de 2009.
Nueve meses después, motivado quizá por el sustrato (esta vez akadama) y el abono, el crecimiento era bastante bueno, pero las raíces no me gustaban y la cochinilla seguía campando a sus anchas, no había manera de acabar con la infección. La imagen es de diciembre de 2009.
Así estuvo otro año más. Durante ese tiempo se intentó de todo, pero ni crecía ni podía con la plaga. Con el consejo de mi padre, que lo hacía para los frutales, llegado el año 2011 me decidí a ser drástico. A primeros de marzo se sacó de la maceta, se lavaron y podaron las raíces y se cortaron todas las ramas. En el tronco, bajo la corteza, se observan cochinillas (¡que bien escondidas estaban las malditas!). Remedio: cepillo de dientes y una disolución al 50 % de lejía (normal, de la del suelo) y agua. Mi padre usaba la lejía diluida para fumigar tronco y ramas una vez han perdido las hojas los frutales. Cepillé concienzúdamente todo el tronco, incluido el arranque de las raíces, desprendiendo las cortezas y en varias pasadas. Al finalizar, un aclarado debajo del grifo.
Como no tenía muchas esperanzas de su supervivencia, lo planté en una maceta normal, con una mezcla de sustrato formado por restos de turba, akadama, gravilla, volcánica... lo que había sobrado de otros transplantes. El aspecto era el siguiente:
Y, finalmente, a fecha actual, este es el resultado:
No sólo no murió, sino que los brotes alcanzan los 60-70 cm, aunque los apicales ya se habían cortado a mediados del verano, porque se disparaban totalmente. El tronco engrosó, cerrando heridas casi totalmente. De cochinillas, ni rastro. Ahora ya me puedo plantear hacer un acodo e injertos para mejorar su apariencia, cosa que antes, con el poco vigor que tenía, no podía ni soñar. Desde luego aprendí varias lecciones con este pequeño olmo.
MORALEJA: La lejía me funcionó para acabar con la plaga de cochinilla; los olmos chinos son durísimos; yo no tenía (ni tengo, vamos) idea de como cuidar los bonsáis.
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